Relato de un naufrago, "NarraciĆ³n" de Carlos Battilana

 

La poesĆ­a de Battilana se parece a aquel que camina solo y exhala, en una noche frĆ­a, para encontrarse con las figuras que el humo dibuja, flotando desde los labios.

Por Patricio Foglia*

NarraciĆ³n, Carlos Battilana, Ediciones Vox, BahĆ­a Blanca, 2013, 36 pĆ”ginas.

Ediciones Vox publicĆ³ en 2013 NarraciĆ³n, del poeta Carlos Battilana. El libro estĆ” compuesto por una serie de poemas en prosa, escritos entre los aƱos 2003 y 2004. Esta Ćŗltima noticia adquiere importancia a la hora de considerar quĆ© lugar ocupa este libro con relaciĆ³n al resto de su obra.  En este sentido, este poemario anticipa textos escritos con posterioridad: en especial, Materia, y tambiĆ©n el mĆ”s reciente Velocidad crucero. AsĆ­, partiendo siempre desde un tono leve, con la paciencia de una hormiga o de un filatelista, Battilana va fijando en cada poema un ritmo y su mundo, creando una instantĆ”nea ahĆ­ donde antes no habĆ­a nada -o casi nada.

En general, a lo largo de su obra, pero particularmente en sus Ćŗltimos libros, la idea misma de lo que entendemos por vitalidad se ve renovada, porque ya no es tanto el fervor de Whitman o de Ginsberg, sino mĆ”s bien todo lo contrario, a la manera de una letanĆ­a o de un cuerpo dĆ©bil, que sentimos respirar, en un cuarto a oscuras, con esfuerzo. En un cruce entre lo vital y lo inerte, al igual que en la ilustraciĆ³n que acompaƱa este libro, la poesĆ­a de Battilana se parece a aquel que camina solo y exhala, en una noche frĆ­a, para encontrarse con las figuras que el humo dibuja, flotando desde los labios.

En su estudio acerca de la relaciĆ³n entre la ciudad y la poesĆ­a, Walter Benjamin propone la figura del flĆ¢neur, como un vagabundo o un snob, un paseante solitario que naufraga a la deriva, hasta que por fin cae el sol sobre las calles de ParĆ­s. En cierto sentido, NarraciĆ³n puede ser leĆ­do como una continuidad de este personaje, como una parte de su memoria encandilada o incluso, su viejo Ć”lbum de fotos: como si el flĆ¢neurse subiese a un micro de larga distancia para terminar, junto con su familia, en la Costa, una temporada en el invierno. 

En ese sentido, NarraciĆ³n supone la construcciĆ³n de un espacio doble: por una parte, una geografĆ­a remota, distante de los grandes centros comerciales, con todo su trĆ”fico y sus carteles publicitarios, con las luces led sobre el asfalto; el espacio de los poemas se configura desde un polo opuesto: un balneario olvidado, mĆ”s allĆ” de Miramar, tan difuso como mĆ­tico. Pero por otra parte, ademĆ”s, estĆ” ese otro lĆ­mite inestable que supone, siempre, la poesĆ­a en prosa. Y en este caso en particular, formando un bloque, en donde cada poema es un pĆ”rrafo, como una estampilla: la polaroid de un minĆŗsculo esplendor poĆ©tico. A partir de esta doble frontera, en Mar del Sur y en prosa poĆ©tica, el yo lĆ­rico sale a caminar y a perderse, entre el desierto y el mar, por los mĆ”rgenes de esta localidad balnearia.

Como toda caminata, esta caminata no es sĆ³lo a travĆ©s del espacio, sino que tambiĆ©n sucede en el tiempo. Como si la mirada del poeta fuese capaz de cualquier cosa, por ejemplo de ver en cada esquina, en cada Ć­nfimo rincĆ³n un discreto aleph en donde pasado, presente y futuro aparecen como un rayo, un instante, con la luz de una lĆ­nea Ćŗnica. Hacia esa lĆ­nea salta y se trepa, con la agilidad de un chico que alcanza lo alto de un muro, con carĆ”cter y temor nuestro paseante. Pienso en particular en el poema BĆŗfalos, en esos mastodontes del PaleolĆ­tico, “atribulados por el viento y los cazadores de hace 1000 aƱos[1] que aparecen repentinamente, en la actualidad de la costa. Pienso, tambiĆ©n, en esta cita de Benjamin: “La calle conduce al flĆ¢neura un tiempo desaparecido (…) que puede ser tanto mĆ”s fascinante cuanto que no es su propio pasado privado[2].

Los tres grandes ejes de toda poesĆ­a: espacio, tiempo y deseo. En algĆŗn punto, este escenario, Mar del Sur, es tambiĆ©n una especie de superficie de placer y el poeta, otro Federico MouraNarraciĆ³n puede ser leĆ­do a la vez como un video clip ochentoso, a la vera del mar: lejos de sufrir mi soledad / uso mi flash / capto impresiones. El flĆ¢neurdeviene un voyeaur en vacaciones. En su mirada rezuma algo que es sencillo y terrible a la vez: una vitalidad, una verdadera voluntad apolĆ­nea.

Es decir, en un tiempo y un espacio alucinados, al margen de todo centro, imantado por el deseo, el poeta es un profeta en el desierto, y su palabra el relato de un naufrago, buscando restaƱar (al menos por un instante) un paisaje que se diluye perpetuamente ante sus ojos.

Ese impulso, ese afĆ”n de volver a unir lo disperso, para darle aunque mĆ”s no sea  un sentido momentĆ”neo, es al mismo tiempo una voluntad religiosa y una voluntad de amor: es un poema imposible que se va desplegando gracias a un antiguo oficio de orfebre. En su delirio, el yo lĆ­rico va construyendo pequeƱas estatuillas, como extraƱos hologramas proyectados por una mĆ”quina.

En un altar del futuro, escuchamos el denuedo de esta mƔquina fascinante, gracias a la cual podemos ver proyectados estos poemas, como alabanza y gloria de todo lo que se diluye.

 

[1] Carlos Battilana, NarraciĆ³n; BahĆ­a Blanca, Vox Senda, 2013; pĆ”g. 11.

[2] Walter Benjamin, Libro de los pasajes; Madrid, Editorial AKAL, 2005; pĆ”g. 422.

*Patricio Foglia naciĆ³ en Buenos Aires, en 1985. PublicĆ³ Temperley (Editorial en el aura del sauce, 2011) y Lugano 1 y 2 (Viajero Insomne Editora, 2014).

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