Por Teresa Gatto
Emma Zunz en "El alpeh", EMECE Edit, Bs. As. 1969, 199 pƔg.
La venganza como una pasión clĆ”sica es fĆ”cilmente rastreable retrospectivamente, no sólo en el texto literario, sino que aparece una y otra vez en toda la red textual que involucre las emociones potentes. AsĆ apareceen Jorge Luis Borges, casi indisolublemente unida a la efusión del coraje, una y otra constituyen las virtudes que Ć©l ha rescatado de sus antepasados y que en mĆ”s de un texto aparecen como aquellos valores que no ha podido heredar: āMe legaron valor. No fui valienteā[1]; āAlto lo dejo en su Ć©pico universo y casi no tocado por el versoā[2], claras alusiones a sus valerosos antecesores que supieron hacer uso de la valentĆa que importa el coraje, en tanto Ć©l es āel que entreteje naderĆasā o ācuenta las sĆlabas en la vana nocheā.
En una sociedad como la del Siglo XIX en la Argentina, de baja institucionalidad, es posible la aparición de la reparación privada de la ofensa como indispensable. En ese tiempo, la esfera pĆŗblica se estĆ” construyendo con la misma dificultad que la esfera polĆtica. Vengar las ofensas resulta inherente al coraje y al valor, de modo que la trasgresión a las normas se producen con frecuencia. Pero en el Siglo XX, las condiciones cambian, pasiones como la venganza y el coraje solo son excepcionales, de manera que un cuento de desagravio, Emma Zunz, cuando el formato tradicional del mismo serĆa ya una convención, sufre a manos de J. L. Borges un desvĆo y queda inscripto en el gĆ©nero policial.
Ante la imposibilidad de recuperar el heroĆsmo de la gesta del pasado, sólo queda aquello que los diarios pueden recoger como crónicas policiales: āel desfalco del cajeroā [3]. Ya no es posible el duelo tradicional, que detenta una forma de reparación pĆŗblica que la modernidad le quita, pero sĆ la venganza o la vendetta y aunque en el caso de Emma Zunz hay una puesta en juego del cuerpo, la diferencia con el duelo no es la mera herida o la pĆ©rdida de la vida, sino el uso del cuerpo como āinstrumento, móvil y coartadaā, que importa un aprendizaje que desplaza el objeto de venganza y la ambigua a la vez.Vengar es tomar satisfacción o desquite de un agravio o daƱo, la vendetta (palabra de origen italiano) es un homicidio jurado, una enemistad mortal que proviene de una ofensa y se transmite a todos los parientes de la vĆctima. Se pueden hacer ambas lecturas en Emma Zunz, la pasión de la venganza (que luego sufre un desplazamiento) o la tĆpica vendetta italiana, llevada a cabo por una chica judĆa (lo cual significarĆa al menos, otro desvĆo de la tradición).
Emma recibe una carta que, por el sobre y el sello, a primera vista la engaƱa, pero luego de leer diez lĆneas borrosas, infiere el suicidio de su padre cuando en esas lĆneas se habla de una muerte accidental. Tal vez sin esta personal interpretación de la carta no se pueda poner en movimiento el mecanismo venganza-vendetta.
A estos hechos les sucede la irrealidad y en un tiempo fuera del tiempo (en un pliegue) lo Ćŗnico que existe es la muerte de su padre, el llanto y una sucesión de recuerdos: veraneos familiares; la casa rematada; el oprobio; y el secreto entre ella y su padre, que Emma considera un vĆnculo. El secreto de que, en verdad, es Loewenthal el estafador y no su padre, la coloca en posición de ser la Ćŗnica que puede tomar venganza y tambiĆ©n en posesión de un saber que le permite tener poder sobre el verdadero culpable del desfalco.
Entre la recepción de la carta y el dĆa elegido por Emma para consumar su plan, solo media la interpretación de los hechos y una vĆspera, un pequeƱo lapso en el que el texto da cuenta de su temor a los hombres. Nadie espera que Emma hable de ellos, con casi diecinueve aƱos, no se le conoce novio, de modo que cuando la narración revela que ha decidido utilizar su cuerpo como atenuante, móvil y coartada, se produce una bisagra que vuelve a su cuerpo un significante que desplaza tambiĆ©n el objeto significante de la venganza. Semejante sacrificio obliga a nueva interpretación del acto de vengar. Nada aminora el efecto de la vejación a la que se somete, la memoria del muerto no merece tanto, los aƱos de miseria tampoco, su propio cuerpo tampoco merece adquirir ese saber de manera tan sĆ”dica, pues el nuevo saber es adquirido por el cuerpo que debe aprehender una nueva sensación, la del dolor y no la del placer. AquĆ es donde la venganza sufre un desplazamiento, aquĆ se produce el punto de inflexión entre vengar a su padre, vengar a su madre ("de esa cosa tan fea que su padre le hizo") y vengarse a sĆ misma. La venganza se ambigua, pierde su valor primordial y es reemplazada por nuevas motivaciones.
La primera de ellas parece quedar patentizada en el momento en que a pesar de haber elegido meticulosamente a un ser grosero que no habla espaƱol y que no puede ni debe inspirarle ninguna ternura, es conducida por Ć©l, en un viaje gradual hacia el pasado, la enumeración espacial reforzada por una suerte de polisĆndeton da cuenta de: āun turbio zaguĆ”nā; āuna escalera tortuosaā; tan tortuosa como el acto que el cuerpo ha de soportar, y a un vestĆbulo con unos losanges amarillos, idĆ©nticos a los de la casita de LanĆŗs (espacio y tiempo en que no vislumbraba el oprobio) y a una puerta que se cierra en forma definitiva, pues la mujer que saldrĆ” mĆ”s tarde de allĆ, no puede en modo alguno, ser la misma.
De nuevo la sensación de irrealidad, los hechos que vuelven a quedar fuera del tiempo y casi en el centro del relato, la aparición del narrador en primera persona: āyo tengo para mĆ que pensó una vez y...ā[4], intercalando la duda que lleva a la ambigüedad y al desplazamiento del objeto de venganza, puesto que si Emma no pudo dejar de pensar en el muerto que motivaba esta suerte de inmolación, tampoco puede no pensar en que su madre habĆa soportado lo mismo.
El cuerpo como prueba del delito, servirĆ” para hacer justicia, no hay posibilidad de volver atrĆ”s. El dinero desaparece roto porque como la carta puede significar una prueba. Se podrĆan inferir otros desplazamientos o desvĆos que no hacen a la diĆ©gesis, sino mĆ”s bien al modo en que Borges se aparta del modelo tradicional de policial que supone la novela negra americana o el policial de enigma inglĆ©s, desvĆos o reformulaciones que convierten al traidor en hĆ©roe, que pueden inmolar al detective por exceso de interpretación, incluso en Emma Zunz, el desvĆo puede pensarse a partir de un relato que es la construcción de la coartada y la creación de una ficción dentro de la ficción, que puede volverse verosĆmil a travĆ©s de una efectiva combinación de datos, asĆ como ocurre en la literatura, donde puede construirse el verosĆmil a partir de una discusión positiva que mantiene el artista con sus materiales.
Lo que sigue es el derrotero de Emma por las orillas encaminÔndose a la consumación de una venganza que ya es ambigua y cuyo objeto también queda desplazado, entonces como si no hubiera instancia de mediación entre la decisión y el acto, asesina a Loewenthal, después de haberlo engañado con la excusa de la huelga, al igual que engañó al marinero simulando mercadear con su cuerpo.
La sangre del dueƱo de la fĆ”brica en sus lentes salpicados es como la antigua rĆŗbrica que dejaban las venganzas, solo queda armar el verosĆmil que haga a esta historia creĆble.
La venganza parece haber fallado. El cuerpo que quiso ser usado como vehĆculo para cobrar la ofensa, resulta ser el ofendido con un saber que se revela como perverso. Tal vez una sobreinterpretación de la carta sea el percutor de una venganza fallida, pues siendo el suicidio sancionable tanto para la ley judĆa como para la cristiana ĀæSe puede pensar que el Padre que es la Ley, es quiĆ©n hace la ruptura de la Ley?
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