Jorge Bonino, la perfomance. Entre la lengua y el cuerpo

 

Bonino quemó en vida todo lo que podía considerarse un archivo de su obra y las distintas instancias de su vida y de su trabajo han sido reconstruidas a través de relatos de amigos y colegas.

Por Silvana López

“voy a hacer un espectáculo con un lenguaje inventado por mí,
un lenguaje inexistente que no se entienda”

 

Una de las dificultades que presenta la obra del performer cordobés Jorge Bonino (9 de Noviembre de 1935 - 17 de abril de 1990) reside en su propia materialidad o inmaterialidad. Signadas por la improvisación y la idea de un arte efímero, no ha quedado registro escrito ni fílmico de sus performances, sólo un fragmento de “Bonino aclara ciertas dudas” (1966), otro de “Asfixiones o Enunciados” (1968) –ambos recuperados en el Instituto Di Tella-, “Receta de Pizza”(sin fechar)- audio casero que estaba en manos de un amigo-,  y una película muda de Marta Minujin¡Guauch! (1976). Alba del Barco, directiva de la Fundación Jorge Bonino e hija de Oscar del Barco, cuenta que Bonino quemó en vida todo lo que podía considerarse un archivo de su obra y así, las distintas instancias de su vida y de su trabajo han sido reconstruidas a través de relatos de amigos y colegas. Tal como él quería, dice del Barco, nada puede categóricamente afirmarse o negarse en torno a Jorge Bonino.

Sin embargo, a partir de los fragmentos grabados de “Bonino aclara ciertas dudas” y “Receta de Pizza” de Jorge Bonino, es posible incluir esas performances en el contexto de las genealogías de las artes performáticas y en la historia de las tecnopoéticas latinoamericanas. En los años 60, cuando Bonino comienza su trabajo de performer en Córdoba, se produce un desplazamiento de la obra como objeto a la obra como acción y de ese modo, las performances surgen en el cruce de distintas disciplinas artísticas como evento y como acción lo que  representa una experiencia significativa en el campo de la tecnoescena. La performance puede pensarse entonces en torno a la noción de “intermedia” en tanto mixtura otros medios y lenguajes. En esa dirección, Jorge Bonino utiliza música en algunos momentos pero parece alejarse de la utilización de efectos sonoros, visuales o audiovisuales del paisaje tecnológico y mediático de su época para, ayudado por un delantal blanco, un pizarrón y una tiza, centrarse en la interacción performer-espectador con el objeto de trastornar las categorías del lenguaje. Las inflexiones de la voz como recurso y como cuerpo, la ilación de la voz de Bonino, la presencia de la música y las risas del público, dan cuenta de ello.

Es posible pensar que la performance de Jorge Bonino trae la reminiscencia de las primeras manifestaciones de la tragedia griega en la que Tespis (550-500 AC) incorpora la figura de un actor que a través de la palabra hablada, medie entre el público y su dificultad para entender el canto del coro (Esquilo luego incorpora un segundo actor y Sófocles, el tercero, introduciendo el diálogo dramático). Aunque en el trabajo de Bonino, en un sentido inverso, el actor no funciona como traductor de un lenguaje sino como su puesta en crisis, como un borramiento o un desplazamiento precisamente del Logos. En esa ruptura, la performance y la poética de la lengua de Jorge Bonino pueden ser leídas en la serie histórica de las tecnopoéticas y también en la genealogía, porque no,  de la poesía fónica de los poetas argentinos, Roberto Cignoni y Carlos Estévez.

Héctor Libertella se ha detenido en los procedimientos performáticos de Bonino, tanto La leyenda de Jorge Bonino (2010), una biografía paródica sobre el performer, como en su estudio sobre las literaturas herméticas en el que Libertella lee críticamente el lenguaje del “escritor loco - ¿Jorge Bonino?-“  como una retórica que se descentra o doscentra -el neobarroco ilumina su tesis- para subvertir y resistir la hipertrofia de la comunicación, pasar “un mensaje clandestino y sobrevivir”, o esperar tan sólo “la muerte gramática”(Héctor Libertella, Ensayos o pruebas sobre una red hermética).

La apuesta de Bonino de llevar al lenguaje fuera de sí se hace evidente en una entrevista de Tamara Kamenszain (La Opinión Cultural, 1976) en la que Bonino cuenta que  en sus espectáculos, para “hacer una crítica del mundo” y suspender “todo punto de vista”, recurre a distintas “estrategias” como  inventar un lenguaje que no se entienda, hablar normalmente pero que en el fondo no se diga nada, o trabajar sin un texto preexistente y de ese modo improvisar: ”creo que el texto le quita libertad al acto creador, o bien, que hay que ser por una lado más creador que nunca para poder repetir bien un texto,  y por otro menos que nunca, porque uno descansa en esa apoyatura y no se exige crear”, revela Bonino.

De la mano de Marilú Marini, Bonino trajo su espectáculo a Buenos Aires, al Di Tella, luego viajo a Estados Unidos y a Europa, fue, vino, más tarde recaló en el Neuropsiquiátrico de Oliva, Córdoba.  En abril, a la ‘muerte –VIDA!- gramática’,  le sucedió el vacío de unas escaleras.

 

Audio Jorge Bonino: https://www.youtube.com/watch?v=a4wcHl1HDk0

Película Guauch de Jorge Bonino y Marta Minujín: https://vimeo.com/31871716

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