"El texto me enfrenta: Libertella y la lectura perversa"

 

Señales, destellos de una lectura personal que se intenta ordenar o desordenarse. Leer a Libertella es rastrear la lectura, interrogarla, ir tras ella.

Por Ángeles Berlanga

Leer a Libertella es enfrentarse a una obra literaria que interpela al lector, busca despertarlo, sacudirlo de ese sueño profundo o de cierta pretensión en la que cotidianamente está sumergido. El interrogante que despierta la lectura de su poética se relaciona con el efecto que produce, con aquello que le sucede al lector a la hora de enfrentarse (podría pensarse la lectura como un duelo o una batalla) con un libro como El árbol de Saussure o Ensayos o pruebas sobre una red hermética. El lector se descoloca, el ojo debe acomodarse a un nuevo objeto, a un extraño desafío.

No siempre los interrogantes que surgen entorno a la lectura de tal obra o tal texto suscita esta pregunta: “¿Qué les produjo?” Y aquí me detengo y pienso en el efecto que produce la literatura de Héctor Libertella. Sin querer y como intento de desvío, respondo: a leer de otra manera. Sentencia dudosa o incorrecta (aunque poco importa), sólo permite generar más interrogantes. ¿Cómo es esa manera? ¿Qué tipo de lector construye? ¿A qué tipo de lector interpela?

Esa manera, las lecturas, el efecto de un texto, del objeto libro, finalmente, de la literatura. Señales, destellos de una lectura personal que se intenta ordenar o desordenarse.

Si el efecto de una obra es su lectura no debería sorprendernos pero nos sorprende, nos impacta.  Me detengo en el impacto y acomodo el ojo. Entonces decido enfrentarme a la constante que surge de la lectura de esta poética: la lectura como una concepción de literatura particular. 

En el barco, encuentro, del lado derecho de la Biblioteca de remate y en remate, un pequeño libro titulado El árbol de Saussure. Un problemático concepto de alfabetización, la figura de un lector que se  escribe el cuerpo (“Anoche vi a mi lector del futuro. Era un hombre contraído en su sillón, pinchándose las venas con una lapicera Parker” p.30), y cierta presencia fantasmagórica de Sarmiento (autodidacta, lector y escritor, las paredes del baño del ghetto, “aprender a leer”). Continúo con la lectura (a eso vine, sigo con el enfrentamiento) y llevo conmigo a este lector con lapicera para situarnos en la lectura que se sostiene, la que se inventa, la que se escribe en La Librería Argentina: la escritura de un lector crítico, la lectura de una literatura, de una tradición de lecturas. El lector argentino parece ser un loco entrometido que actúa sobre una Biblioteca, agente patológico, aquel que lee con expansiones y digresiones, de forma perversa. Otra vez, el cuerpo corrupto y corrompido,  las huellas de una escritura que lo compromete con el goce y la dificultad, no con el placer.

Leer a Libertella es rastrear la lectura, interrogarla, ir tras ella, enfrentarnos al efecto de una poética que nos obliga a leer, que nos convierte en lectores perversos.


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