Por Silvana R. López
En sus textos, el escritor Gustavo Lespada nos provoca con una palabra que naufraga en lo inefable, en la sombra de lo increado, o en lo que no ha sido. Es la voz que recorre sus libros de poemas “Tributo de la sombra”, “Naufragio”, “Hilo de Ariadna”. Asimismo, la agudeza crÃtica se expande en los ensayos, “Las palabras y lo inefable”, “Esa promiscua escritura. Estudios sobre literatura latinoamericana”. Esas modulaciones de lo literario se condensan en su último libro, “Carencia y Literatura…”, una exhaustiva e innovadora lectura de la obra de Felisberto Hernández.
Puesta en Letra: ¿Cómo y cuándo comienza tu proyecto de trabajar intensamente la obra de Felisberto?
Gustavo Lespada- Mi primera aproximación a Felisberto, en cuanto a lectura crÃtica, analÃtica, se remonta a un concurso docente de la universidad de Buenos Aires, allá por 1994. Uno de los temas para dar la clase era sobre "El acomodador" de Felisberto Hernández. Lo elegà y más tarde esas reflexiones, expandidas hacia todo el volumen de Nadie encendÃa las lámparas (1947), fueron premiadas en una convocatoria de la Academia de Letras del Uruguay, en 1997. Allà hablaba de una prosa del intersticio y de una estética de lo preliminar, de cómo sus relatos no concluyen, no "cierran" dramática o felizmente, sino que más bien se apagan. En pocas palabras, hacÃa hincapié en el carácter rupturista respecto de todas las teorÃas del cuento. Ese fue el germen. En el 2001 opté por doctorarme en la carrera de Letras (UBA) con una investigación centrada en los procedimientos narrativos de Felisberto, esta vez teniendo en cuenta toda la obra narrativa del uruguayo. Producto de esa tesis, y aligerada de citas y del "estado de la cuestión", resultó Carencia y literatura.
P.L.- Desde el tÃtulo, planteas que la condición de posibilidad de la obra de Felisberto Hernández es la “carencia” y que ella funciona en su escritura como un núcleo conceptual. Una productividad, en todo caso, una negatividad de la falta, también de la incertidumbre, en la que el nombre, Felisberto -como Macedonio- articula una textualidad en la que se encuentra replegada no solo una teorÃa de la literatura sino también del pensamiento del siglo XX…
G.L.- Efectivamente, lo que propongo es leer la “carencia” y su sinonimia –la falta, lo que “no sabe” o “no posee”- funcionando como una categorÃa productiva en la escritura de Felisberto. Es decir, invertir por medio de una paradoja –casi a la manera del oxÃmoron- la negatividad del término, darlo vuelta, y corroborar como a partir de esa falta se provoca algo, se producen cosas nuevas. Y esta atracción de Felisberto por lo que declara no saber –y que tampoco sabe cómo decir- la encontramos ya en sus primeros libritos “sin tapas”, o sea, que hay un proyecto narrativo desde sus comienzos como escritor. Aclaro esto porque la crÃtica casi no se ocupó de aquellos primeros textos y, sin embargo, hay en ellos mucha materia, si se quiere en forma germinal, propia de su estilo definitivo, es decir, el que se consolida hacia los años 40 con los relatos más extensos, como Por los tiempos de Clemente Colling o El caballo perdido. Muchas de estas caracterÃsticas se encuentran en relatos breves como “El vestido blanco”, “La casa de Irene” o “La cara de Ana” de aquella primera etapa. En aquellos primeros relatos, por ejemplo, ya aparece el misterio como un componente irreductible de lo cotidiano –para nada fantástico ni amenazante, sino un misterio doméstico, replegado entre las cosas comunes de todos los dÃas–, asà como las primeras manifestaciones de la focalización descentrada y la animación de los objetos con la consecuente inactividad o cosificación de los personajes. Desde el comienzo, el narrador felisbertiano no exhibe una percepción del mundo como algo acabado y exterior, sino que proyecta su interior -como actividad asociativa, deseante y transformadora- en el afuera, invirtiendo los supuestos expresivos del verosÃmil realista que postulaban la transparencia del lenguaje.
P.L.- Lees la singularidad y la extrañeza de la escritura de FH en el envés de esa carencia y asà lo que podrÃa quedar retenido en lo oscuro, en la invisibilidad, se vuelve lenguaje poético, desautomatización, que lleva a la lengua a un fuera de sà y eso trae una reflexión sobre lo real, la realidad y su vÃnculo con el lenguaje…
G.L.- Es que Felisberto parte, justamente, de una desconfianza radical en cualquier tipo de certeza, lo cual, por otra parte, manifiesta explÃcitamente en más de una oportunidad. A partir de allà todo lo que cuenta se nos presenta imbuido de un halo de extrañeza, pero esa extrañeza tiene que ver con la ruptura del automatismo perceptivo que nos permite reconocer pero no nos deja ver realmente la singularidad de las cosas. Por otra parte, el onirismo tan mentado de alguno de sus cuentos se relaciona con que esta escritura coloca en un mismo plano a los sentimientos y los contenidos de conciencia con los objetos materiales. El narrador felisbertiano vuelca su interioridad sobre el mundo todo el tiempo. Tal vez para decirnos que la realidad humana, implica nuestra proyección en el mundo; que en esa construcción que llamamos "mundo" resulta indiscernible lo material de lo abstracto o espiritual. No puede haber objetivismo ni objetividad porque todo lo hacemos y lo percibimos a través de nuestros sentidos y nuestra conformación psicológica. Por eso los elementos onÃricos forman parte de nuestra realidad, y tanto la escritura de Felisberto como la de Kafka dan cuenta de esa integración. Y es cierto que Felisberto no se parece a nadie, pero podemos percibir cierta familiaridad con algunos textos de Kafka, sobre todo en esa forma de narrar cosas insólitas sin dar ninguna explicación y sin que su registro pertenezca al fantástico.
P.L.- Tu lectura minuciosa de los tropos y figuras retóricas de la narrativa hernandiana, de los desvÃos y combinaciones que provocan esa singularidad que la caracteriza, desmorona la inscripción de esa narrativa en el fantástico y el género autobiográfico…
G.L- Cuando me dediqué a estudiar la crÃtica existente sobre este singular narrador me encontré con análisis interesantes y exhaustivos, con lecturas agudas y enriquecedoras, pero percibà que en general todos hablaban del "efecto Felisberto", de lo que producÃan sus textos, pero que no habÃa un estudio riguroso, detallado, de los mecanismos lingüÃsticos mediantes los cuales se lograba ese efecto de lectura. Asimismo me encontré con muchas lecturas que encasillaban su singularidad en el fantástico o lo reducÃan a un registro autobiográfico basándose en el uso de datos de la experiencia personal del autor. Yo tenÃa la convicción de que esa escritura era mucho más que autobiografÃa y que su extrañeza no me provocaba el efecto del fantástico, pero para probarlo era necesario poner bajo la lupa todos sus procedimientos narrativos, como ser el particular uso de las figuras retóricas tanto como sus deslizamientos entre el lenguaje figurado y el literal. En fin, creo, de acuerdo con Paul de Man, que es imprescindible hacer un inventario detallado y minucioso de todos los aspectos formales de un texto antes de formular cualquier interpretación o clasificación del mismo.
P.L.- En la singularidad de esa carencia, señalas que “la forma significa” y que allà es posible pensar la liberación de la sociedad, una multiplicidad de inflexiones se cruzan en ese diálogo entre Theodor Adorno, Edmond Jabès, Vaz Ferreira y Felisberto Hernández…
G.L.- Por supuesto que la forma significa (y en esa constelación no pueden faltar teóricos como Maurice Blanchot o Roland Barthes). Más aún, la literatura dice cosas no tanto por lo que dice sino por cómo las dice. Por eso una obra puede ser revolucionaria a contrapelo de las ideas conservadoras de su autor, y por eso también, un texto panfletario se torna retrógrado al no sostener formalmente lo que proclama. No olvidemos que los textos están hechos de lenguaje y el lenguaje es lo social por antonomasia. Por eso es que, pensando en las vanguardias históricas, Adorno sostenÃa que en la liberación de las formas estaba cifrada la liberación de la sociedad. Porque "la literatura es la forma de decir que dice por la forma", parafraseando a Blanchot. Los textos literarios adquieren valor estético en la medida en que desestructuran y desacomodan, en la medida en que instalan lo inesperado o imprevisible respecto de las normas y convenciones, y en este sentido, la escritura de Felisberto resulta ejemplar. Sus asuntos o temas son insignificantes, muchas veces la narración se torna divergente, se expande, se dispersa en torno a lo nimio o irrelevante y, sin embargo, en esa morosidad, en ese detenimiento en el intersticio marginal o la insignificancia también reside su fascinante manera de operar contra lo establecido.
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