Por JoaquÃn Correa*
Paulo Leminski, Vida. Mar del Plata. Puente Aéreo. Trad. de JoaquÃn Correa. 2015.
Notas de un traductor
i.
Aunque aún no haya sido reconocido ningún milagro suyo, Kurt Cobain tiene todas las cartas para ser un nuevo santo: lindo, inteligente, mártir, incomprendido. Su súper-vida está, hoy, en la cultura de masas. El cine se ha detenido varias veces en su vida: Last Days (Gus Van Sant, 2005), Kurt Cobain: About a son (AJ Schnack, 2006) y la reciente Kurt Cobain: Montage of Heck (Brett Morgen, 2005). El filme de Gus Van Sant fue en parte inspirado en aquella reunión arbitraria y sin rigor que fueron los denominados Diarios de Kurt Cobain y parece interesarse en mostrar no tanto un cuerpo como sà una presencia: en la escena final, su espÃritu sale del cuerpo de aquel que es y no es Kurt Cobain (en la peli lleva el nombre de Blake) y sube en el aire hasta su desvanecimiento. En una entrevista con Les Inrocks, el director dirÃa que Cobain quiso “retirarse de la realidad, se escondió, se borró”. Y que su peli era la “crónica de ese borramiento”. Cobain será en la imaginación de Gus Van Sant alguna cosa entre un fantasma y un asceta.
El cuerpo de Cobain también estará ausente en About a son: sólo por su voz se hará presente. Las secuencias de imágenes pasan a medida que la narración de su vida, casi cronológica, va desarrollándose en la forma de una conversación con Michael Azerrad. Su historia es una historia del dolor: el dolor de su cuerpo, el dolor de su familia, el dolor de su generación. Lo contrario vamos a encontrar en la nueva Montage of Heck, realizada con la aprobación de su viuda y producida por su hija: Cobain fue una persona que era constantemente filmado, desde niño por sus padres hasta masivamente por los medios. La vida de Cobain está documentada en el exceso. En esa memoria, su borramiento parece imposible.
En una canción de aquellos años, Michael Stipe le pide que lo deje entrar. La madrina de su generación, Patti Smith, le escribe como si fuese un niño que está más allá de todo y que continuará siendo un niño incluso después de haber conocido el caos y el vacÃo. Los últimos versos que Anahà Mallol le dirige en una hermosa carta están habitando ese extraño entre-lugar:
vos lo sabés
lo sabés bien es mejor
arder
que apagarse lentamente
querido kurt
mi luz brillante
mi fuego fátuo
pido un deseo
para que no
me sea concedido
nunca.
Esa posición es un dilema:
El mundo somete toda empresa a una alternativa: la del éxito o la del fracaso, la de la victoria o la derrota. Protesto desde otra lógica: soy a la vez y contradictoriamente feliz e infeliz; “triunfar” o “fracasar” no tienen para mà más que sentidos contingentes, pasajeros (lo que no impide que mis penas y mis deseos sean violentos); lo que me anima, sorda y obstinadamente, no es táctico: acepto y afirmo, desde fuera de lo verdadero y de lo falso, desde fuera de lo exitoso y de lo fracasado; estoy exento de toda finalidad, vivo de acuerdo con el azar (lo prueba que las figuras de mi discurso me vienen como golpes de dados). Enfrentado a la aventura (lo que me ocurre), no salgo de ella ni vencedor ni vencido: soy trágico.
(Se me dice: ese tipo de amor no es viable. Pero ¿cómo evaluar la viabilidad? ¿Por qué lo que es viable es un Bien? ¿Por qué durar es mejor que arder?
Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso.
Y fue en ese mismo dilema – entre durar y arder, entre la vÃa zen o la del martirio, entre la precariedad y la muerte violenta, entre la pregunta y el exceso radical, entre la paz y su devoción autodestructiva, entre un golpe de dados y el azar, entre el corte o la interrupción y lo continuo – que habitó también la poética y polÃtica de Paulo Leminski en la elección de sus biografiados y en la escritura de Vida.
ii.
Si toda biografÃa implica una actualización de una vida pasada, en el caso de las escritas por Paulo Leminski esa tarea será llevada a cabo de un modo metonÃmico: el todo por las partes. Podemos encontrar en ese movimiento un matiz sino mÃstico esotérico, al ser reveladas aquellas vidas trágicas - cuyas muertes fueron o por precariedad o por asesinato - por la visión de un poeta empeñado en alcanzar el sentido. El poeta es un sujeto que puede ir más allá de nuestro mundo, al atravesar los tiempos y las cosas para dotar a aquellas vidas de una nueva vida, una sobre-vida. Las vidas pasadas vuelven al presente en la escritura y voz de Paulo Leminski, el poeta que, vivo, trajo el pasado para el presente, el poeta que, muerto, trajo la muerte para la vida, el poeta que, en fin, involucrándose con los tiempos y las vidas hizo de su escritura el espacio donde los tiempos y sus vidas se confunden.
Las biografÃas de los otros (como también las traducciones que el propio Leminski hiciera en aquella misma época) son partes fundamentales de la propia auto-biografÃa: la escritura se detiene en el umbral entre el yo y los otros para hacer de ese espacio el punto de partida de una posible enunciación de la propia poética y polÃtica de vida. Como dejó escrito en un papel, en el año 1985, las cuatro biografÃas son “cuatro modos de cómo la vida puede manifestarse”, porque “la vida se manifiesta, de repente, bajo la forma de Trotski, o de Bash?, o de Cruz e Sousa, o de Jesús”. Su deseo era “homenajear la grandeza de la vida en todos esos momentos”. Sus cuatro biografiados, entonces, serÃan modos en que la vida puede manifestarse, manifestaciones súbitas de la fuerza de la vida. El sujeto pierde, en esos instantes repentinos, su unidad, para ser no sólo el otro, sino todos, la vida en tanto intensidad. Y la fuerza de vida fue tan intensa en sus cuatro biografiados que atravesaron por copernicanas transformaciones, haciendo de su recorrido vital una serie imposible de definir, llevando la vida en dirección a una utopÃa subversiva, como el propio Leminski anotara en una de sus cartas a Régis Bonvicino:
todo ser en movimiento
es peligroso
todo ser que se transforma
molesta
Las biografÃas de Paulo Leminski son la extensión del pequeño cierre de la biografÃa de Cruz e Sousa llevado a los extremos, donde no sólo el sujeto y el objeto se pierden en el desastre de la escritura, sino también escritor y lector, los tiempos y los espacios, para, en un momento dado, alcanzar una especie de espectral conocimiento.
iii.
En la radicalidad de una praxis vital, Paulo Leminski veÃa el exceso propio de la santidad en tanto “autoentrega idealista a una causa mayor”, lo que le permitÃa al sujeto el acceso a una sobre-vida, en sentido literal y metafórico, esto es: la posibilidad de ir más allá, gracias al exceso, de la vida. El conjunto radicalidad/vida y escritura/sentido, como en un juego barroco, atraviesa a las biografÃas. La santidad, siempre según Leminski, tiene que ver con el sentido, con una intensidad vibrante, una experiencia radical de la vida y un exceso, con el intento de modificar el mundo alrededor.
“Para ser poeta es necesario ser más que poeta”, habÃa escrito en el pizarrón mientras daba una charla en la Biblioteca Federal de Paraná. La poesÃa en tanto excepción e ilegalidad es la concepción que se desprende de todo este trabajo con la vida, con las vidas. Una de las dos vÃas posibles que tiene la poesÃa en el camino a la santidad puede ser encontrada en el haiku y su posibilidad de alcanzar la iluminación súbita, el satori. Esa es la vÃa zen de las estaciones y la experiencia espiritual intensa dispersa entre las cotidianidades. El otro camino, también ascético, puede encontrarse en el desajuste de los sentidos, la opción de la poesÃa maldita, de los locos de Dios, de los mártires, de los suicidas y de los kamikazes. Las dos colocan el cuerpo en el principio de la transformación del yo y del mundo. Las dos se encuentran en un continuum de las posibles opciones entre durar y arder. Vida se nos presenta desde esa encrucijada: dos vidas que ardieron, dos vidas que habitaron en la duración.
iv.
Por todo lo anterior, y por algunas cosas más, Vida tiene mucha fuerza.
Como su traductor, fue importante encontrar un tono, un color y una respiración para cada una de las biografÃas, porque cada una se diferencia de la anterior, al estar fundadas en una especia de ósmosis entre el biografiado y la escritura que Leminski desarrolló en cada texto. Por ejemplo, en las biografÃas de Cruz & Sousa y de Bashô el ritmo es bastante entrecortado, como el de alguien con asma. En las otras dos es bien distinto, más relato, más narrativa. Conservé, en la medida de lo posible, las pausas, los cortes abruptos, las afirmaciones bombásticas que fueron siendo colocadas por el propio Leminski como piedras en el camino a lo largo del texto. Y hay mucho argot, mucho. Y como todo va fluyendo tranquilo, como en una conversación entusiasmada entre amigos, intenté no recurrir a las notas al pie, salvo casos donde hubiera que reparar o recuperar algún sentido.
En ese traslado formé parte de las vidas de Leminski, sea mÃnimamente, al llevar este texto a nuevos lectores y nuevas posibilidades. Ahora el mundo de estos lectores deberá atender la invitación y ser parte de esa intensidad de escritura, de vida, de experiencia que está guardada en las biografÃas de Paulo Leminski.
*JoaquÃn Correa nació en 1987 en Mar del Plata. Profesor en Letras, publicó artÃculos en revistas académicas y de divulgación cultural. Es editor de la revista Landa. Suyos son FotografÃa estenopeica (Premio Soriano de poesÃa, 2013), Yo vi la cara de Lenin y estaba durÃsimo (2014, La bola editora), Puki Puki around the world (2014, Honesta), Mundial (2014, Centro y fuga) y La última frazada (2015, La bola editora). Ha traducido Vida de Paulo Leminski (Puente aéreo ediciones, 2015). Mantiene el blog citasincomillas.blogspot.com desde hace algún tiempo. Vive en en el barrio Trinidad, es la Isla del Destierro.
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