Una iniciación que vuelve, como el alba, cada mañana

 

"Iniciado del alba" representa una aproximación a la obra de Spinetta que, lejos de clausurar una obra tan vasta, hace honor a ella al abrir el sentido en lecturas atentísimas a su legado musical y letrístico.

Juan Ignacio Pisano*

En torno a la muerte es posible ensayar la falta. Brindar una memoria que supla la ausencia, conmemorar un mausoleo donde venerar y así sustituir el vacío. Nada de eso ocurre en el libro de ensayos que editó y compiló Sandra Gasparini, porque las escrituras que allí se despliegan no redundan en la falta, ni la niegan. Se sumergen, por el contrario, en una obra que no dejó nunca de propiciar un devenir que su poética pudo identificar con el significante luz. El Iniciado del alba aparece como el que se ha abierto a recibir la llegada del sol, que lo aguarda con la esperanza del que confía en la espera como imaginando: allí "Puedo ver aquello que no pensé". En este sentido, iniciarse al alba, propone este libro, implica permitir la llegada de una experiencia por venir. Como señala Monteleone en su texto, aquello "que sucede al alba es la mañana" y "toda mañana es un mañana"[1]. El mañana de la muerte encuentra una solución más productiva como un lugar (y no un vacío) en el que estos críticos se encuentran como en un invisible, pero bellísimo, "jardín de los presentes".

Los ensayos que allí se reúnen no hacen más que leer la particularidad de las canciones de Spinetta, su abundancia, esa potencia. Se trata de textos que pertenecen a reconocidos académicos: Rodolfo Edwards (“El emporio de las imágenes. Spinetta en la poesía argentina”), Carlos Battilana (“Una imagen de Spinetta”), Pablo Ansolabehere (“Spinetta músico: notas sobre lo raro”), Omar Chauvié (“Hacia un tango cromado”), Sandra Gasparini (“Guitarra negra, palabras luminosas”), Marcos Seifert (“La lectura marcapiel: Spinetta y Foucault”) y Jorge Monteleone ("Iniciado del alba. Un epílogo en el origen"). Sandra Gasparini escribe también un “Preludio” y el nombre dado a ese capítulo es también significativo: de ninguna manera podía llamarse introducción o prólogo porque es el ingreso a un viaje lleno de música -y toda la vida de estas palabras tiene música, hoy.

La escritura provieneen estas páginas de un doble tipo de experiencia: el de la mirada y el de la escucha. Miran y oyen a Spinetta, y de ese movimiento bifurcado surge la palabra. Lograr la plenitud en torno a una obra tan vasta en un libro resulta imposible, y desde esta imposibilidad parten los escritores. En todo caso, como señala Pablo Ansolabehere, se trata de una ausencia que implica "una presencia demasiado ostensible"[2] y esa permanencia que vuelve, como el alba, es lo que bordean estos ensayos en un recorrido que va desde la relación de su libro de poemas con su obra, pasando por miradas atentísimas a lo musical, al rastreo de lecturas que tuvo El Flaco y que funcionan de catalizadores de una escritura letrística que nunca es reflejo pasivo de la idea recibida, hasta rozar tangos, la ciudad, anécdotas resignificadas. La falta de esta voz amiga encuentra para los aun presentes una salida a esa situación que tempranamente se formulaba en un título de canción un joven Spinetta: "Para saber lo que es la soledad", en cierta manera, se escribió este libro.

En su ensayo, Carlos Batillana señala que los seguidores de Spinetta no sólo veían en él a un músico a admirar, sino a alguien que obraba como un faro. Pero se trata de un faro que ilumina una cartografía por hacerse, no un trayecto definido de antemano. El texto de Omar Chauvié lo define de un modo similar, desde lo musical, al pensarlo como un viajero de "entregéneros". Esta es una idea que atraviesa todos los ensayos. Como si un legado fundamental de la obra spinettiana consistiera en brindar un camino que no es una anticipación del andar, sino una forma de encarnar el "Todo camino puede andar" de "Cantata de puentes amarillos". Escuchando (y leyendo) ese legado, señala Ansolabehere que en esa canción, como en tantas otras, opera un "principio de descentramiento" en la composición que desacomoda los parámetros esperables de, para este caso, una cantata. Esa dislocación musical puede pensarse como el equivalente de la dislocación letrística, e incluso ética, de su obra. Una ética basada en la afirmación singular de la des-opresión. Incluso de la opresión que podría causar la lectura como principio o punto de partida para el desarrollo de imágenes e ideas: "Las letras de Spinetta buscan, en definitiva, una dislocación productiva de las ideas que la nutren"[3], señala Marcos Seifert.

Sandra Gasparini brinda un punto de partida al afirmar que el libro no pretende cristalizar sentidos en visiones académicas. Podría agregarse, incluso, que la escritura de estos críticos se ve contaminada por esa misma ética artística que había propuesto Spinetta: no clausuran ningún sentido, no brindan ninguna fórmula. Dan, muy por el contrario, una mirada que, si habíamos pensado vinculada al jardín de los presentes más arriba, ahora se la puede ver como una forma de visitar ese corral "donde no hay cautivos ya" por el que andará la voz poética de "La montaña". De esa libertad que brindó Spinetta a su música, de esa ausencia de cautiverio que puede vislumbrarse en la mirada estos críticos, surgen estos textos tan, pero tan tocados por "Cada luz" que provino de vos, Flaco.
 

[1] Monteleone, Jorge, "Iniciado del alba. Epílogo en el origen", en Gasparini, Sandra comp. Iniciado del alba, Buenos Aires, Autores de Argentina, 2015.

[2] Ansolabehere, Pablo, "Spinetta músico: notas sobre lo raro", en Gasparini, Sandra comp. Iniciado del alba, Buenos Aires, Autores de Argentina, 2015.

[3] Seifert, Marcos, ""La lectura marcapiel: Spinetta y Foucault", en Gasparini, Sandra comp. Iniciado del alba, Buenos Aires, Autores de Argentina, 2015




Referencia bibliográfica

Gasparini, Sandra comp. Iniciado del alba, Buenos Aires, Autores de Argentina, 2015.

*Juan Ignacio Pisano es Licenciado en Letras por la UBA. Actualmente, es becario doctoral Ubacyt y docente. Su proyecto de doctorado trabaja la poesía gauchesca en el período 1773-1835. Es integrante de la cátedra Literatura Argentina I "A" (Batticuore) de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Forma parte, además, del Grupo de Investigación Interdisciplinaria del Heavy Metal Argentino (GIIHMA) donde analiza las relaciones del heavy metal local con la tradición folclórica y gauchesca.


Publicar un comentario

0 Comentarios

Las cadenas invisibles: Morgiana, entre la libertad y la esclavitud psíquica por Diego Hernán Rosain