Ramificaciones de un encuentro: Respiración involuntaria de María Claudia Otsubo

 

Publicados por la editorial Vinciguerra, dentro de la colección Metáfora, la forma de los poemas recuerda a los escritos por Pablo Neruda en sus Odas elementales. Esbeltos y estilizados, de rima libre y versos cortos, cada uno expresa ya desde su forma la sencillez de la existencia misma

 

Diego Hernán Rosain[1]

dhernan_rosian@live.com.ar

 

El objeto que mejor puede describir los poemas compilados en Respiración involuntaria (2016) de María Claudia Otsubo es un caleidoscopio. Cada poema refracta y recombina desde un mecanismo armónico el contacto entre el hombre y su entorno, el que observa y su objeto. A veces la imagen se duplica como en un espejo (“Mientras escribe, / el reflejo en la ventana / ya conoce las palabras,”, “Refleja”); otras, se triplica, dando forma a trinidades de lo más diversas (“Somos tres los que miramos”, “Voyeur”; “Principio, medio y fin / Luna, Diana y Hécate / Tribium”, “Tres”). Por último, se multiplica hacia el infinito en una hermosa puesta en abismo (“Déjà Vu”). Lo que hay de natural en el ser humano y lo que hay de sociedad en los elementos que constituyen el mundo natural se funde en un único abrazo, en una confluencia vital que demuestra la valiosa importancia de cada engranaje que conforma el universo entero.

Publicados por la editorial Vinciguerra, dentro de la colección Metáfora, la forma de los poemas recuerda a los escritos por Pablo Neruda en sus Odas elementales. Esbeltos y estilizados, de rima libre y versos cortos, cada uno expresa ya desde su forma la sencillez de la existencia misma. Dicha sencillez aparece acompañada por una cadencia tranquila, pausada, como el respirar de algo que duerme o reposa y percibe con los ojos entrecerrados, entre la vigilia y el ensueño, el devenir de su alrededor.

Entre los recursos que más destacan en este primer poemario se encuentra la sinestesia. La unión de dos imágenes sensoriales permite el cruce y la confluencia de aquello que pertenece a órdenes diferentes, creando algo ignoto y maravilloso, dando nueva vida a lo que permanecía oculto hasta entonces. La escritura de Otsubo es un redescubrir la vitalidad en la cual estamos inmersos.

Es crucial en el poemario el momento de la reunión entre el yo y el otro. Captar dicho acto lo es todo. El contacto es mínimo, delicado, una expresión minúscula que puede ser un roce (“Mis pies rozan la madera”, “Marea de río”; “Son tan suaves / sus roces, / sin embargo”, “Nina”), una caricia (“Sobre mi falda / ha quedado / la caricia”, “Fruta madura”; “Las manos / solo saben / de caricias / sobre el piano”, “Nina”), una lamida (“Al lamer mis pies, / soy tuya;”, “Espejismos”; “Las olas baten, / lamen”, “Naufragio”) o un abrazo (“y mis manos desnudas / buscaron tu abrazo.”, “Velos negros”; “Volver al seno, / al abrazo”, “En el adiós”). La preeminencia del tacto por sobre los demás sentidos es clara, ya que inaugura un código que va más allá de lo verbal, un modo de sentir que prescinde de la palabra.

Sin embargo, la palabra también tiene su lugar privilegiado en el poemario. El signo lingüístico aparece siempre matizado por la frecuencia y el volumen. Son silencios (“Silencio en los lechos.”, “Mujer”; “Aquí estoy, / debía regresar / (rostros en silencio) / al grito suspendido”, “Velos negros”), susurros (“En la madrugada azul / los pájaros susurran.”, “Mujer”; “Musita, / susurra entre dientes / el dolor contenido”, “Musita”), murmullos (“Musita el nombre / aguanta el grito”, “Musita”), rumores (“Luz de luna. / Rumor de ciudad.”, “Macao”), suspiros (“Quisiera estar / en el momento justo, / ese del suspiro / antes / del adiós”, “En el adiós”) y llantos (“el llanto olvidado / ante el desconsuelo,”, “Velos negros”).

La voz, contenida como un grito o un alarido, permanece aprisionada en el cuerpo y, cuando por fin logra salir, lo hace ya sin fuerza, encerrada por el deseo o el miedo: “Confías / que así será, / que la palabra / es capaz de eso, / de soportar.”, “Te abres”; “Pierde una vida / y perderá más / si no lanza / hacia fuera / ese no decir.”, “Musita”. La voz proviene, en la mayoría de los casos, de un ser individual que experimenta el encuentro y desencuentro amoroso. Pero en otros poemas, la que habla es una voz colectiva: es el caso de “Mujer”, en el cual se describen diferentes etapas y percepciones de lo femenino, y “Velos negros”, que posee un fuerte matiz de denuncia social.

El poema “Titila”, que da nombre al conjunto, encierra todas las pautas de lectura propuestas hasta ahora: la verticalidad de las estrofas, el ritmo melodioso, la función de la palabra. Se agrega aquí otro elemento: la intermitencia de la vida. Todo encuentro es fugaz, efímero; toda experiencia es pasajera. Somos seres temporales que se agotan en cada transcurrir. Esa es nuestra condena y nuestro castigo, pero también la razón de nuestro existir. ¿Qué hacer con ese tiempo limitado que nos es otorgado a los hombres? ¿En qué gastar nuestra vida si no es en una búsqueda incesante, en el re-encuentro predestinado de los cuerpos y los seres? Es en ese vaivén de luces y sombras, de pasiones y angustias, que se bambolean los poemas de Respiración involuntaria.

 

Referencia:Otsubo, María Claudia (2016), Respiración involuntaria. Buenos Aires: Vinciguerra, pp. 80.

 


[1]Diego Hernán Rosain (Argentina, 1991) es Licenciado y Profesor Normal y Superior en Letras por la Universidad de Buenos Aires (FFyL-UBA). Es adscripto a la cátedra de Problemas de Literatura Latinoamericana a cargo de la Prof. Marcela Croce con el proyecto titulado “Ficciones especulativas: emergencia y contacto entre las poéticas de Macedonio Fernández y Jorge Luis Borges” dirigido por el Prof. Lic. Mariano Veliz. Es miembro activo de la Red Iberoamericana de Investigadores en Anime y Manga (RIIAM). Sus temas de investigación son la literatura argentina del siglo XX, por un lado, y los cruces entre canon literario universal y manga, por el otro. Ha publicado artículos en revistas como Puesta en EscenaExlibrisBADEBECOrbis TertiusLuthor,Cuadernos de Cómics y Trazos. Actualmente está preparando su proyecto de doctorado sobre Héctor Libertella y la tradición.


Publicar un comentario

0 Comentarios

Las cadenas invisibles: Morgiana, entre la libertad y la esclavitud psíquica por Diego Hernán Rosain