Por Esteban Leyes*
Lo primero que desestructura la lectura es la forma. La del libro, la del texto. Sostener entre las dos manos un objeto asible que, como los álbumes, invita a pasar sus páginas hacia arriba, no hacia adelante. Sus tiempos no avanzan, se despliegan. Por eso no es raro que su título señale un aspecto formal que pronto se vuelve síntoma. Uno de sus centros, quizás el más conciso, el más tangible, es la enfermedad. A partir de allí, de ese presente, Laura Arnés construye una historia entre voces y silencios. En la letra del diario, pero también en los blancos de la página, donde se encuentra, fascinante, el eco, el límite de lo decible. Entonces surge, como una caricia primitiva la voz de la madre, la letra de la hija, el tiempo. Saltando entre tres registros, a tres tiempos dibuja el contorno de un argumento potente, una novela familiar, la poesía de una vida, de los afectos.
En a tres tiempos el síntoma es una política de la forma. Fragmenta al sujeto para descubrirlo, para poder sostener su voz, para darle cuerpo. Afianza, ahí donde hay derrumbe, rotura, exceso. Pero vuelve, muy atrás, a una voz sin fechas que llega como un viento fresco que no dispersa, sino que arraiga. Las lecciones de aquella madre incluyen gotitas de limón y hojitas de menta, pestañas postizas, pellizcos en los cachetes. En el presente, las fotos anudan un pasado con un futuro igual de imposibles e inevitables.
a tres tiempos tiene un formato que señala a la fotografía. Su tamaño, 10 centímetros por 15, es el mismo que se popularizó para las fotografías familiares. La lectura rectangular que propone el libro refuerza este rasgo, y conduce el gesto en la escritura, a través de la forma. Barthes, en su libro también fragmentario, Roland Barthes por Roland Barthes habla del texto sintomático: ¿Qué debo hacer para que cada uno de esos fragmentos no sea nunca más que un síntoma? –Eso es fácil: déjese ir, retrotráigase. a tres tiempos es también la historia de una partida. Dolorosa y punzante, que desanda el camino para dejar ir. Las fotos traen un tiempo ya imposible, fascinante. Y también nos ponen frente al abismo de ese libro pequeño en apariencia abarcable, que se escapa, y que pide siempre de manera hipnótica, una lectura más.
Esteban Leyes*
Nació en Quilmes en 1985. Es licenciado en letras por la UBA. Publicó Las heladas por la editorial El caballo perdido 2007, El muelle por la editorial CILC 2010 y Días atrás, en Alción Editora 2012. Su cuento “Arco cegado” forma parte de Paganos. Antología de santos populares (Editorial Alto Pogo 2014).
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