La muerte del padre potencia la escritura de una poesía de la intensidad afectiva en Sol de Enero, de Graciela Batticuore. En el libro se da la aparición de una voz que se sostiene en la diferencia con el tiempo y con las formas de escribir del presente a través de los afectos. Ofrecemos, además, una selección de algunos de sus poemas.
Por Cristian Molina
Graciela Batticuore, Sol de enero, Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2015. pp.60.
Hay sol. En pleno invierno y al costado del río. Un cañaveral se dobla sobre la barranca por el viento que no para de precipitar hojas en el suelo. El invierno y el sol y las hojas ahí son el lugar común de una vida que resiste en pleno luto. ¿Pero qué pasa si el luto sale fuera de sí y se presenta bajo el sol de enero, en pleno verano y cuando la vida es inevitable? Esa podría ser la pregunta que el libro de Graciela Batticuore genera entre palabras mínimas y contadas que se componen desde una voz en contacto con lo ausente.
Porque en Sol de enero, hay una pequeña voz que acompaña, interroga y comprende la muerte de un padre Robin-Hood que ajustaba piezas con sus manos para poner en funcionamiento autos, como ahora la hija-mujer-escritora ajusta y manipula palabras “sin pudor” para que funcione la poesía: “Enero lo ha interrumpido todo./ Ni la playa ni el ritmo severo/ del trabajo consabido. Todo/ ha quedado en pausa,/ reposando/// hecho poesía.”
Frente a la muerte en plena vida, la mujer-hija-niña resiste y escribe para que todo devenga poesía. Como si ahí, a partir de las palabras, se salvara una vida que sigue siendo en las fantasmagorías cotidianas: el niño que se disfraza de Superman, la hiedra que brota en el jardín, los pájaros que remontan el cielo, los cantos en italiano con una amiga, el amor de los gestos. Quizá por eso, “si pudiera escribirlos, me salvaría”. Porque lo que surge es el deseo de una escritura que se piensa imposible, irrealizable, pero que se hace efectiva, mallarmeanamente, como intento a pesar de que “no hay nada firme ni estable” y de que, por ende, todo está sometido al desastre. Lo que leemos, así, es un trabajo con lo imposible que, no obstante, se vuelve posible porque en esa experiencia se salvan los afectos próximos y, por eso, la pequeña voz que los sostiene.
Esa es la apuesta: salvar los afectos “sin pudor”, parece decirnos cada momento del libro: “Crece esta pena. / La dejo estar/ abierta, entregada. // ¿Para qué fingir?”. Desde Cuadernos de espera, un primer librito artesanal de Batticuore que circuló marginalmente, la poesía trabaja con la afección como material y energía reprimida por las valoraciones de la poesía argentina de los últimos años. De este modo, si en ese libro, la afección poética estaba sostenida por una voz que adoptaba-engendraba un hijo; aquí se trata de una inversión: la voz hija acompaña y transita la muerte del padre. En ambos casos, se inscribe lo afectivo familiar en la pequeña voz de un poema. Esta diferencia que instala la afección de Batticuore es la verdadera apuesta y el riesgo que asume el libro en medio de una valoración hegemónica por los tonos neutrales e inexpresivos, incluso cooles y actuales, del presente poético argentino. Se trata de la insistencia de una poesía de la intensidad afectiva, en la cual los tonos múltiples de la melancolía se tocan como extremos: el duelo y el nacimiento, la esperanza, la desesperanza, la nostalgia, pero, por sobre todos, la felicidad de recuperar lo afectivo por medio de la escritura. Por eso, a pesar del tema doloroso, Sol de enero es un libro feliz, vital.
En Intimidades congeladas, Eva Illouz señalaba cómo el capitalismo reguló las relaciones laborales empresarias a partir de la represión de las manifestaciones afectivas y emocionales en los ámbitos laborales, generando mecanismos de valoración y de manipulación afectiva que colocaron en la cúspide a aquellos sujetos capaces de controlar sus afectos o, incluso, de neutralizarlos inexpresivamente en su ámbito laboral. El control de los afectos y su neutralización se convirtieron en una lógica capitalista vital para lograr rentabilidad empresaria y convivencia pacífica, de modo de llegar a determinados objetivos y estándares de calidad presupuestos de antemano, o incluso a un cierto estatus social. En el otro extremo, la exacerbación de algunos afectos por la lógica espectacular para generar consumo a través de diversas estrategias publicitarias, puso en evidencia, según Illouz, de qué modo el capitalismo tiende a regular lo afectivo emocional para su propio beneficio.
Los poemas de Batticuore escapan a cualquier tipo de regulación de lo afectivo que presupondría un acuerdo y hasta una lógica análoga de funcionamiento entre poesía y capitalismo garantizada por mecanismos represivos y prescriptivos sobre los modos de escribir o de comportarse. Perder el pudor afectivo en la escritura, parece ser la diferencia que encuentra Graciela Batticuore para escapar de las lógicas hegemónicas de la sociedad y de la poesía de su tiempo. Y de ese modo logra lo que solo la melancolía puede: atravesar el terrible dolor de la muerte con un exceso de vida.
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Poemas de Sol de enero ( Selección)
A esta hora
alejada del cuarto en que yace
tu cuerpo malherido,
no soporto bien el peso
de la noche.
Ni la soledad custodiada de máquinas
que te conservan vivo allí mismo,
tan lejos de tus objetos queridos:
martillos, tenazas, soldadoras,
autos que no rugen desde que no estás.
Aquí tu niño no deja de conversarme.
Cruza el aire de la casa
con una corta espada de empuñadura dorada,
va vestido de superman,
en amarillo, azul y rojo, a todo color.
Tiene un joven fulgor que lo impulsa
una y otra vez
a interrumpirme,
preguntando acerca de esto o aquello,
e incluso por los poemas que escribo,
el jugo Cepita dónde está
y si mañana vendrá su amiga
a visitarnos.
Pero esta tarde entregado por completo
a la extrañeza de no verte
lloró sin parar. Asombrado
por la novedad de tu ausencia,
tan confusa… Como
anticipando una pena,
como tu estar y no estar.
***
Dejo ahora que el tiempo
corra su vuelta. Que sigan
girando sin prisa las agujas del reloj.
He comprendido de pronto
la lógica del universo.
***
Dos o tres poemas
cada día:
si pudiera escribirlos
me salvaría.
***
Trepa una hiedra
intensa
ante mis ojos.
¿Dónde
late la vida?
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